Es inaudito pensar que los ángeles son bebés con exceso de peso e interminables ganas de lanzar flechas a todos quienes se les atraviesan; que tan sólo cubren sus cuerpecitos con un pañal y se mantienen volando por cielo con dos pequeñas alitas que desafiarían cualquier tipo de ley física que relacione peso, masa o gravedad.
Es aún más inaudito cuando se cree que los ángeles son “jirafisticas” modelos que van de pasarela en pasarela vistiendo los ejemplares de la señorita Victoria con todos sus secretos. No se extrañen de los que creen que los ángeles son sólo seres mitológicos que se encargan de hacerle la vida a Dios de manera más sencilla.
Sin embargo, no hay cosa más inaudita que estar convencido que los ángeles no existen, y que sólo se limitan a una estrategia comercial para el día de amor y amistad o “Valentine’s Day» como lo llaman nuestros amigos de gringolandia; o peor aún, que son una manera de santificar las excelsas modelos de una marca de ropa interior.
Los ángeles señoras y señores son todas esas personas que llegan a nuestra vida a iluminarnos la existencia, a abrirnos caminos, a irradiar paz, amor y sabiduría (tres pilares dignos de un Dios), y que luego de un tiempo, cuando su cometido está realizado y sin medir si ha sido un tiempo largo o corto, se van a cumplir con su deber desde otro lugar, sea en la vida de alguien más o desde el cielo al lado del mismo ser que lo manda.
Los ángeles no son seres divinos que le simplifican el trabajo a Dios, son seres divinos que nos simplifican el trabajo cada uno de nosotros…
Mi ángel que me acompañó por 23 años, llegó a este mundo hace ya 77, y hace 31 días que ya no está conmigo, hace esos mismos 31 días no había podido dirigirle una palabra de despedida, de buen viaje (a dónde sea que esto signifique), tan sólo le repetía a un cuerpo tieso y ausente lo mucho que la amaba y lo terrible que sería mi vida ahora sin ella.
Esther de los Reyes Berdugo Mejía (y sí que era una reina), irradiaba ternura cargada de fortaleza; aguantó la cara más oscura de la vida, hambruna, maltrato, discriminación, enfermedades, y siempre como el ave fénix salió adelante con 8 hijos bajo el brazo, un marido ausente y muchas ganas de ser un buen ejemplo.
Su amor lograba cobijar a todo aquel que tuviese un gesto bonito con ella, desde taxistas que la llevasen por una baja tarifa a sus incontables citas médicas, hasta los doctores que le regalaran una sonrisa en cada consulta, los cuales agradecía obsequiando mangos, papayas, aguacates y hasta patillas.
Era una mujer con carácter y determinación y que le importaba muy poco decir lo que sentía, las cosas que rechazaba y las cuales podrían ser admirables; peleó y maldijo incontables veces el gobierno de los oprimidos con la misma euforia que celebraba con tapas y sartenes los goles de su equipo de fútbol; amaba un buen muslito de pollo, una gallina criolla asada y unas costillitas de cerdo bien carnudas y aunque no le agradaban las cremas y licuados de vegetales como remolacha, brócoli y apio siempre con amor “te dejaba” un poquito para compartir la degustación de estos manjares llenos de proteína y glóbulos rojos y carentes de buen sabor o sazón.
En mis recuerdos siempre estará lo mucho que se alegraba cuando un automóvil de un hijo o nieto la pasaba a recoger, y lo enérgica que se ponía al calificar el pésimo servicio de taxi; así como jamás olvidaré cómo le brillaban los ojos el día que descubrió Uber.
En sus hijos y nietos se basó el orgullo de esta mujer, guardaba fotos y objetos que hayan sido un logro o eventualidad en la vida de cualquiera de nosotros, desde fotografías de grado, matrimonio, vacaciones, hasta recuerdos de bautizo, cabellos cortados, sacapuntas, lápices y carnet de los colegios…
En el cielo estás ahora mami, llenando de luz nuestros caminos; hoy cumples 31 días que te fuiste y hoy por fin puedo al menos dedicarte unas palabras: gracias infinitas por todo tu amor incondicional hacia mí, por jamás querer cambiarme, por hacer que me respetaran ante cualquiera que se presentara como una amenaza hacia mi personalidad, hacía mi ser; por apoyarme en cada decisión y por corregirme con una sonrisa, por nunca preguntar que me sucedía porque tú con tan sólo tocarme la cabeza ya sabias que necesitaba una roca en que apoyarme… Jamás me cansaré de honrarte madre mía, contigo me queda la fuerza para lograr lo que se quiere, para salir adelante, para cambiar las cosas con las que no estamos de acuerdo.
Extrañaré eternamente tus brazos suaves y arrugados, tus exquisitas recetas en la cocina, tu sonrisa que era capaz de iluminar el espacio, tus uñas siempre bien arregladas, tu olor, y tu cabecita con todo y canas, pero sobre todo extrañaré por siempre tu compañía.
No es mucho lo que podemos hacer por nuestros ángeles, es más provechoso regalar flores en un cumpleaños que dárselas a una lápida, pero al menos hoy puedo mostrarle al mundo una parte de lo que es este ser que me acompañará siempre en mi andar.
Los ángeles llegan y se van, como lo he dicho, algunos mueren y otros simplemente dirigen su vida hace otro rumbo, pero sea lo que haya durado su presencia en nuestras vidas, siempre vienen con la misión de hacernos mejores humanos y de hacer más llevadero y fácil el camino. Así que de ahora en más carga y honra a tus seres de luz, y trata en lo posible de ser un buen humano, pues no estás exento de ser el ángel de alguien; saca de tu cabeza que los ángeles andan en ropa interior, sean bebés o modelos y en lo posible transmite al mundo paz, amor y sabiduría.
Ahora que no está mi ángel en físico, sé que desde allá de donde se encuentre estará haciendo de todo para seguir cumpliendo con su papel, por eso, porque creo firmemente en que nunca nos abandonan, a pesar que es literalmente eterno contar los días en que no están con nosotros; siempre nos dejan algo y tan sólo debemos actuar bajo sus enseñanzas y lecciones, por eso confío plenamente en que los ángeles siempre están de este lado…